RECIBIR: Qué alegría da el recibir: un premio, una mención, una mirada tierna, una sonrisa, una caricia, un abrazo, una palabra de aliento, un favor, un consejo, un presente, una ayuda de cualquier índole, etc. Da alegría recibir aun cuando lo que recibes te pertenece, es tuyo. Verdaderamente y sin temor a equivocarme puedo decir que nosotros vivimos recibiendo, desde que nos levantamos hasta que nos dormimos, porque lo último que recibimos es ese sueño, que es anhelado por todos. Por ello deberíamos vivir en constante acción de gracias, como nos diría el cantautor, Danny Rivera: “Por todo lo vivido“.
Estoy hablando de las cosas buenas y positivas que recibimos, porque, verdaderamente las malas no las recibimos, nos llegan y las aceptamos y, al final, las asumimos y, cuando pasa el tiempo, damos gracias por ellas.
Te quiero proponer hacer un ejercicio y es el de la observación. Consiste en observar cuando una persona recibe algo que sabía que recibiría y otra que no sabía que lo recibiría, quizás no veas tanta diferencia, porque recibir siempre da alegría; fíjate en la expresión del rostro, es satisfactorio y emocionante verlo.
DAR: El Libro del los Hechos de los Apóstoles (20, 35), nos dice que “Hay mayor alegría en DAR que en RECIBIR”, pero tú que has recibido tanto, ¿Estás de acuerdo con este pensamiento? Si haces el mismo ejercicio que hacías antes para detectar la alegría del que recibe, y ahora te fijaras en el que da, te darás cuenta que no hay error en la frase de que “hay más alegría en dar que en recibir”, porque el que da se alegra doble, se satisface doble, porque si da de corazón siente la alegría de dar y sienta la alegría del que recibe; siente la satisfacción de dar al necesitado y a la vez siente la satisfacción del que recibe.